La quimioterapia tiene un impacto devastador en todo el tejido conectivo volviéndolo seco, grueso, duro, y formando adherencias. Así, enferma, la fascia contrae y encapsula todo el cuerpo como una camisa de fuerza. Las toxinas quedan atrapadas en los tejidos porque el flujo de la sangre y la linfa queda inhibido. El resultado es la restricción en el movimiento y un dolor extremo en las articulaciones y en otras partes del cuerpo.

Afortunadamente, al estirar la fascia correctamente se puede restaurar su función casi de inmediato. La fascia es resistente y tiene una capacidad asombrosa para recuperarse rápidamente. Los músculos se sueltan y las articulaciones se liberan. La linfa y la sangre pueden volver a circular libremente, drenando y eliminando las toxinas en las áreas afectadas y reconstruyendo el tejido. Los músculos antes tensos y encapsulados, pueden ahora relajarse y el dolor desparece.

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